viernes, 26 de febrero de 2010

Obedezco, así soy feliz (y III)

Observarte en silencio me provoca sensaciones indescriptibles. Eres tan fuerte pero tan vulnerable en el sueño. Mirarte me emociona. Eres hermoso, piel brillante, perfecta, lisa en la espalda, marcando tus músculos delante, suave, sensual. Tus labios, poderosos, insinuantes, poseen una seductora belleza inocente. Inocente, debe ser porque estás dormido. Sí, ha de ser eso. El sol de la mañana se recrea en tu cuerpo acariciándolo sin pudor. Celos. Siento celos de las caricias del sol sobre tu cuerpo. El color de tu piel destaca sobre las pálidas sábanas. No hay nada más que tu en el mundo. Nada importa. Pero toda esta paz dejará de existir cuando te despiertes. Todo será diferente. Te pertenezco y tu sabes como alimentar este sentimiento.

La noche ha pasado y en ella me has amado. Es la primera vez que me has hecho el amor de esta forma. No sé si ha sido un premio para mostrarme tu satisfacción por mi comportamiento tras compartirme por primera vez. Tal vez sea una recompensa adelantada por algo que me vas a exigir. No me importa el motivo. He pasado la noche empapada de ti. Tu cuerpo desnudo fue mío, completamente, por primera vez en todo este tiempo. ¿Fue mío?. No. Yo fui tuya. Tu me dejaste saborearte sólo como parte de un juego. Me aferré a tu cuerpo como si fuera el único madero que pudiera salvarme del naufragio. Mis labios bebieron de los tuyos, se apoderaron de tu cuello, saborearon el gusto de tu piel, adoraron tu pecho, tu vientre. Tu me lo ofrecías y yo lo tomaba. No sé cuando me desnudaste. Sólo sentí que la tibieza de tu aliento me cubría. Palmo a palmo nos invadimos con apasionados besos. Tu saliva se transformo en una segunda piel. Palpitaciones, sacudidas, gemidos, tu cuerpo sobre el mío, dentro del mío, pugnando por entrar hasta donde sólo los sueños llegan, sintiéndome atravesada por ti en cada envite. Te amo, te deseo, no lo niego. Volveré a caer en tus redes otra noche, y otra más. Y sé que me hundo cada vez más en ti.

Te has despertado y me sonríes, tus labios se apropian de los míos. Aún me pareces el de anoche.

- Hoy te espera una dura prueba Carmen

Son tus primeras palabras. El hechizo se desvanece. Vuelves a ser mi Amo y yo tu esclava.

Llega un momento en que las esclavas debemos ser sometidas en público, ensanchando así los limites de la relación Amo-esclava y poniendo a prueba nuestro nivel de sumisión. Es la verdadera prueba de fuego. La primera vez me entregaste a Claudia e Inés y lo superé con éxito. Ya puedes estar completamente seguro de que realmente eres el dueño absoluto de mi voluntad y de que tus habilidades como Amo te van a permitir alcanzar cualquier meta de placer que te propongas obtener de mí.

- Hoy tengo una reunión de trabajo con un grupo de clientes. Tu serás parte del precio que he de pagar – me dices.

Me limito a asentir, cabizbaja, todo esto cabe dentro del pacto que nos une. Éste es el mayor reto que me has impuesto hasta ahora, pero tu sabes bien que puedes estar seguro de que no te defraudaré, Amo. Mi mayor deseo no es otro que descubrir contigo todos los secretos y los placeres ocultos y por lo tanto me tienes a tu entera disposición. Me humillas, me azotas y me castigas y a pesar de todo encuentro un morboso placer en todo ello. Estoy en tus manos. Tú tienes la llave de mi placer, así que si tu me lo ordenas prometo adorar y dar placer a quien tú me pidas como si fueses Tú. Es eso lo que esperas de mí, ¿verdad?

Me pides que me vista. Que ironía. Unas medias negras, un liguero a juego, sin bragas con lo que mi sexo y mi culo están desnudos y remarcados por la lencería, y una especie de combinación de malla que transparenta todo: tetas, nalgas y sexo. Unas botas de tacón altísimo completan el equipo. Tengo 48 años, pero vestida así me encuentro deseable.

Suena el timbre. Los invitados llegan.

Bajas a recibirlos. Yo me quedo en la habitación maquillándome. Mis labios han de lucir muy rojos. Es el color que te gusta.

Me llamas. Bajo al salón que has acomodado como sala de reuniones. Es la sala en la que me entregaste por primera vez. Sigue completamente equipada. Sólo has añadido una gran mesa en uno de los rincones. Hay cuatro hombres sentados alrededor de la mesa. Tu me esperas de pie. Sé lo que debo hacer. Avanzo hacia ti y me arrodillo a tu lado. Mi cabeza mira al suelo. No veo lo que ocurre pero oigo claramente los murmullos de tus invitados. En esta posición me ajustas fuertemente el collar a mi cuello. Es una sensación que no sé traducir en palabras. Cuando me impones el collar algo cambia en mi y me siento mucho más esclava, mucho más sumisa. Es como si el collar me liberase de mi misma, siento placer, lo deseo. Deseo sentir tus poderosas manos, darte todo lo que sé que te gusta sin reservarme nada, absolutamente nada, para mí. Esto es exactamente lo que sale de mis entrañas cuando noto la firme presión del collar alrededor del cuello.

Cierro los ojos, levanto la cabeza humedezco sensualmente los labios, tal como me has enseñado. Sin que me lo ordenes me agacho sobre tus impolutos zapatos para besarlos y disfrutar de la fabulosa sensualidad del cuero. Me siento afortunada cuando me permites gozar de ella.

Me encuentro apetitosa. Los murmullos indican que tus invitados también lo creen así.

- Eres libre de aceptar la entrega, pero si aceptas no podrás negarte a nada. ¿Aceptas? – me dices.

- Acepto - contesto asustada y excitada a la vez.

Sujetas una correa a mi collar, me haces ponerme en pie y tiras de mí acercándome a tus invitados.

- Señores – dices – la negociación será larga, habrá momentos en los que nos sintamos fatigados. Mi perra permanecerá en todo momento arrodillada en esta sala a su disposición. Cuando cualquiera de ustedes necesite relajarse podrá utilizarla a su antojo. Pueden hacer con ella lo que deseen, pero siempre dentro de esta sala. Si alguno de ustedes tiene cualquier tipo de queja de su comportamiento habrá de decírmelo y será castigada.

Me siento vulnerable, estoy aquí por ti, intentando hacer algo que pocos se atreven, atreviéndome a superar mis temores, intentando superar el miedo a la vergüenza y temiendo también no ser encontrada atractiva.

La duda se disipa pronto. El hombre más cercano a mí sonríe. Se acomoda en su butaca. Un tirón de la correa y me encuentro arrodillada entre sus piernas. Cuando levanto la cabeza tiene la polla fuera, entre sus manos. Tampoco es necesario que me lo ordene. Simplemente abro la boca y me preparo para recibirla. Se la atrapo con los labios y, una vez dentro, rodeo el capullo con la lengua y succiono. En pocos segundos su polla crece dentro de mí, dura. Entonces empieza a menearse lentamente adelante y atrás y yo trato de acompasarme a su ritmo para que me folle la boca a su gusto. Aprieto fuerte los labios y me concentro para acompañar todo el recorrido de la polla por el interior de mi boca hasta la garganta. El ritmo se hace más intenso. La polla golpea con fuerza, empuja hacia mi garganta que responde aceptándola y haciéndola llegar hasta lo mas profundo. En la sala hay silencio, un silencio que sólo es roto por el sonido de su aliento y por el de mi boca mientras succiona su miembro. Pronto se va a correr. Su cuerpo se tensa, mi boca rodea con fuerza el pene y él emite un sonido ahogado mientras un orgasmo recorre su cuerpo en olas que suben y bajan vaciándose en mi boca. Trago. Mi garganta se convulsiona para tragar cada oleada de semen que se deposita en su interior. Poco a poco se va relajando mientras yo lamo lentamente el glande, chupando el semen que aún queda en el miembro que lentamente se reblandece en mi boca hasta que se desliza fuera dejando una huella húmeda en mi mejilla. El hombre me toma de la barbilla y deposita un beso en mis labios. No puedo sonreír pero estoy contenta, orgullosa de haber servido bien a mi Amo. Me levanto y me dirijo a mi sitio. Me arrodillo y espero.

La espera. Ese es uno de los momentos más duros para cualquier esclava. Esperar una orden, una indicación de tus deseos. Querer colmar cualquier deseo tuyo y, sin embargo, esperar, quieta, en silencio.

Es increíble. He deseado tanto este momento, mostrarte mi entrega total y tú ni tan siquiera me miras, para ti sólo existe el trabajo. No ocurre lo mismo con tus invitados, ellos no han parado de mirarme.

Al fin uno de ellos ha decidido usarme. Usarme. Bonita expresión. Describe muy bien lo que va a ocurrir. No vamos a compartir nada, simplemente va a usarme para su placer. Se levanta y camina a mí alrededor, estudiándome. Un tirón del collar y sé que he de ponerme en pie. Posa sus manos en mis nalgas e inmediatamente separo las piernas. Es increíble, lo he deseado tanto tiempo y ahora está ocurriendo, pero tu no me miras, sigues hablando del trabajo. El hombre que se ha situado tras de mí sigue recorriéndome con sus manos. Uno de sus dedos ha rozado mi clítoris arrancándome un suspiro.

Eres una zorra. Has de aprender a controlarte – me dice.

Tras esto toma unas esposas y me las pone. Inmediatamente me arrastra hasta el centro de la habitación. Allí ata una cuerda a las esposas y pasa el otro extremo por una de las anillas que cuelgan del techo.

Me encanta estar atada, a vuestra merced. En estos momentos es cuando más indefensa me siento, pero también cuando más segura estoy de que tu cuidarás de mí.

El hombre tira de la cuerda y me deja colgada de mis brazos balanceándome. Con otra cuerda ata juntos mis pues y los sujeta a otra anilla que sale del suelo. Soy como una cuerda de guitarra que uniera el techo al suelo. Ahora ha cogido una larga fusta. Tiene la cara tensa, los ojos semicerrados, una sonrisa que me aterra.

Os habéis callado. Todos miráis la escena. Tu mirada me da ánimos, sé que estás aquí para ver hasta donde llega mi amor por ti y no puedo decepcionarte.

El hombre se pone a mi espalda. Oigo el silbido del aire cuando agita la fusta. Mi corazón se acelera, pero no digo nada. Siento la fusta zumbar en el aire y caer sobre mis nalgas. Siento un agobiante dolor y un gemido se escapa de mi garganta. A continuación cae otro fustazo, luego otro y otro. Los gemidos de dolor que la fusta me arranca parecen exaltarlo y los golpes se hacen más y más fuertes. Un latigazo rodea mi costado y va a dar directo en mi pecho. Dirige los golpes a mis nalgas y piernas. Mis mejillas se humedecen con lágrimas. A través de la humedad de mis ojos te veo observarme. Por tu gesto sé que estás orgulloso de mí. El hombre se ha detenido y me ha desenganchado de la viga haciéndome caer al suelo. Me ha tomado del pelo y me ha hecho arrodillarme. Me muerde los labios y los pechos. Sus dientes quedan marcados en mi piel. Repentinamente se olvida de mí, me deja y vuelve a la mesa. Estoy tirada en el suelo como un juguete roto al que nadie prestara atención, con los pies y las manos aún atados. El dolor recibido hace que no sea consciente de lo que ocurre a mí alrededor, estoy aturdida. No advierto que los dos hombres que aún no me han tocado han abandonado la mesa y se han acercado a mí. Siento unas manos que me toman, me incorporan un poco y me hacen colocarme de rodillas. Uno de los hombres rodea mi cuello con sus manos y me obliga a pegar mi cara al suelo. El otro se sitúa detrás de mí, corta las ligaduras de mis pies y separa mis piernas. Sus manos se posan en mis nalgas y las acarician mientras su lengua las recorre siguiendo los caminos que la fusta ha dejado marcados en ellas. El dolor se hace más llevadero. Su lengua termina su recorrido sobre mi puerta trasera. Un espasmo me recorre mientras el hombre que me sujeta el cuello se ríe.

A esta puta le gusta, vamos a ver si lo suficiente, rómpele el culo.

Siento como la lengua es sustituida por algo mucho más grande poderoso. La polla comienza a abrirse paso. Es muy gruesa. Los músculos de mi culo se relajan. Siento como se estiran hasta el límite. Nunca he recibido algo tan grueso. Sin embargo estoy bien entrenada, sé que hacer y mi esfínter se abre sobre la polla. Siento entrar cada milímetro, siento como mis entrañas se llenan. Un poco mas y ya está, el pubis del hombre choca con mis nalgas. Estoy completamente llena. No la he visto, sólo la he sentido, pero sé que lo que me ha penetrado no es una polla común. Lo veo en tus ojos. Me miras con admiración descubro también orgullo, orgullo de que tu sierva acoja esa herramienta sin asomo de queja. El hombre que mantiene sujeta mi cabeza sustituye sus manos por su pie. Me pisa en el cuello con fuerza, no puedo moverme. Empiezo a sentir al intruso que ha tomado posesión de mi culo como empieza a moverse, despacio, haciéndome sentir cada músculo, sentir como se relaja o se tensa al paso de la polla.

Creo que el dueño de ésta también se ha sorprendido al ver como es recibida en mi culo, como es acogida, como mi esfínter la rodea y aprisiona queriendo evitar que salga. La ha sacado dejando dentro sólo la cabeza. Los dos hombres que permanecían sentados se han levantado y me han rodeado. Quieren ver de cerca como esa polla imposible es capaz de penetrarme. Uno de ellos comienza a azotar mis nalgas con las palmas de las manos. Cuando se detiene siento que soy atravesada de nuevo. No cierro los ojos, no te gusta que lo haga. Siempre me has dicho que los ojos se cierran para lograr abstraerse y tu no quieres eso, tu quieres que yo sea consciente en todo momento de lo que me está pasando, que sea consciente de cómo soy usada, de cómo quienes me usan son completamente indiferentes a mis sentimientos. Yo no existo, yo soy su juguete, he de ser consciente de que soy su juguete.

La polla empieza a recorrer mis entrañas, entrando y saliendo a un ritmo que se va acelerando poco a poco. Puedo ver como el hombre que sujeta mi cabeza ha sacado también su polla y se masturba mientras observa la escena. Le gusta lo que ve. El ritmo de quien me folla se hace mas y más rápido. Por sus jadeos imagino que no va a aguantar mucho. No pretende satisfacerme si no satisfacerse a él mismo, por lo que no intenta en ningún momento reducir su ritmo. Mi culo está tan dilatado que ya no ofrece ningún tipo de resistencia a sus embestidas. Su pubis golpea violentamente contra mis nalgas mientras sus dedos se aferran a mi grupa. Una última embestida y ya está, siento los espasmos de su polla, un gemido profundo y un líquido caliente invade mis entrañas. Oigo murmullos de excitación. El hombre que me sujeta la cabeza empieza a agitarse espasmódicamente mientras aprieta aún mas su pie sobre mi cuello. Siento una humedad caliente en mi mejilla. También se ha corrido y ha dejado caer todo su semen sobre mi cara. Por fin me suelta. Se ha arrodillado ante mí y me ofrece su polla que comienza a perder dureza. Me la mete en la boca con violencia. Me obliga a tragarla completamente. Me concentro en chuparla, lamerla. El hombre la saca y con ella recoge su corrida dispersa por mi cara y me obliga a limpiarla. Trago con placer. Siempre me ha gustado.

Siempre me has dicho que la mayor ofrenda que una mujer puede hacer a un hombre es comerse su semen. Siempre estoy dispuesta a realizar esta ofrenda por ti. Los hombres se separan un poco de mí y me rodean. Te acercas y me desatas las manos. Todo mi cuerpo me duele, el culo, las muñecas, el cuello, pero sé que no es mas que un paso hacia ti y yo deseo recorrer todo el camino. Me incorporas, me pones de pie y te sitúas tras de mí. Puedo sentir tu poder dándome una nueva vitalidad. Estoy dispuesta a continuar. Colocas una venda en mis ojos. No te veo. Siento que estás conmigo pero no te veo. Verte me da fuerzas en los momentos duros. Ahora me siento confusa, he perdido mi punto de apoyo.

Lo estás haciendo muy bien, sigue así y no me defraudes – me susurras al oído.

Lo estoy haciendo bien. Mi orgullo se dispara. Soy feliz. Tus palabras me han hecho una mujer feliz. Sé que podré afrontarlo todo, ahora lo sé.

Me amarran los tobillos a una barra metálica con las piernas completamente abiertas. Me es imposible tratar de juntar las rodillas. De igual manera, me amarran las muñecas a otra barra que tenía unas cuerdas largas de cada lado, para dar la altura que sea necesaria. Oigo como manipulan las cuerdas de la barra y las pasan a través de las argollas que estaban colocadas en el techo. Las tensan dejándome con los brazos en alto y el cuerpo completamente estirado. En esta posición estoy completamente expuesta e indefensa. ¿Indefensa?. No, indefensa no. Estoy totalmente a merced de los cuatro hombres que me rodean, pero no estoy indefensa. Tu estás aquí, tu me proteges y me das fuerza.

Oigo unos ruidos en el salón y de pronto, sin más, siento un golpe que llega a mi piel. Uno de los hombres ha tomado una fusta y ha comenzado a darme golpes firmes, aunque no con gran violencia, en el interior de mis muslos y en las nalgas. Otro de los hombres ha comenzado a tocarme los pechos y a mordérmelos. Cada vez lo hace con mas fuerza. Siento como sus dientes estiran mis pezones. No lo puedo remediar, me excita y mis pezones se endurecen rápidamente. Al hombre le ha gustado mi reacción. Se ríe. Entonces coloca en ellos unas pinzas que los presionan fuertemente. Empiezo a experimentar nuevamente el dolor y esto me une mas a ti. Silencio. Todo se ha vuelto silencio y nadie me toca. Solo se oye un pequeño rumor. Se como suena un hombre cuando se desnuda. Eso es lo que están haciendo, no lo veo pero lo sé. La barra que sujeta mis brazos se afloja mis manos son liberada y atadas de nuevo a mi espalda. Inmediatamente son subidas. Esto me obliga a inclinarme hacia delante. Siento unas manos que sujetan mi cabeza. Inmediatamente una polla es colocada a la entrada de mi boca. Comienzo a mamarla. Siento una lengua húmeda que toca desde atrás mi vagina.

La lengua recorre mi coño con calma. Cuando llega al final no se detiene y continúa por el perineo hasta llegar a la entrada de mi culo. Repite el recorrido una y otra vez. El placer que la lengua me está provocándome no puede distraerme de mi deber para con la polla que continúa follándome la boca. Ésta se para. Inmediatamente es sustituida por otra y el ciclo vuelve a empezar. Me esfuerzo en realizar un buen trabajo. No puedo usar las manos así que todo queda a expensas de mi habilidad con la lengua. Lamo y succiono deseosa de poder tocar, acariciar. No es posible. Sin embargo lo hago bien, sé que lo hago bien. Los hombres están gozando. Tienen una mujer para su completo placer y quieren aprovecharlo. Yo estoy preparada y dispuesta para dejarme llevar hasta donde ellos quieran. El dolor que me causan las pinzas en mis pezones me hace recordar que no estoy aquí para mi placer si no para el de ellos. Esta sensación de ser sólo una herramienta para el placer de otros me provoca sensaciones indefinibles. Tener mi sexo, culo, pechos y boca expuestos para ser usados por unos hombres a los que ni siquiera puedo ver me excita, quiero conocer mi límite. ¿Mi límite? Mi límite eres Tu. Tu ordenas y yo te obedezco. Ése es el acuerdo que nos une y que hemos aceptado. Por eso estoy viviendo tan intensamente este momento.

Sigo chupando, lamiendo y acariciando cada miembro. Hago esfuerzos para tragarlos enteros hasta el fondo de mi garganta sin ahogarme. De pronto siento un golpe firme en plena entrada de mi vagina y clítoris que me hace brincar de sorpresa y dolor. Me lo han dado con una pala plana. A este primer golpe le suceden otros que me dejan la entrada vaginal y el clítoris con una gran sensibilidad y doloridos. La respuesta de mi cuerpo ha sido el endurecimiento del clítoris. No cabe duda, estoy muy excitada. Cada golpe que recibo me hace pensar que no voy a aguantar más. Sin embargo no olvido la tarea que tengo frente a mí. Me esfuerzo y me concentro en la polla que en cada momento llena mi boca. Otro golpe y de repente un chorro de semen azota mi cara y mi boca. Trago con ansia, como si el amargo y viscoso líquido pudiera inmunizarme contra el dolor. Pero no, el dolor sigue presente mientras mi lengua limpia escrupulosamente los restos de semen que han quedado sobre la polla y en la comisura de mis labios.

Los golpes han cesado y siento unos dedos húmedos que me penetraban el culo. No sé cuantos son, dos, tal vez tres. Luchan por entrar en mi culo, presionan y giran dentro de él esforzándose por llegar lo más adentro posible. También siento dedos entrando y saliendo de mi vagina, jalando, sobando, acariciando mi clítoris y labios internos y externos, jugando con mis pechos.

Estoy loca de placer. Esta entrega de mi cuerpo es algo que siempre he deseado, que jugaran sin límites con él, con sus orificios, sin medida, sin respeto. A estas alturas no tengo reservas ni vergüenza. Los hombres notan mi estado de excitación. Les gusta. He empezado a jadear, a gritar, no puedo mas, estoy a punto de correrme pero no lo haré, no me está permitido. Todo ha vuelto a cesar de repente. Me desatan pero mis ojos siguen tapados. Un hombre se coloca debajo de mí y me obligan a sentarme sobre él. Soy penetrada por una herramienta dura y gruesa. Otro hombre ha comenzado de nuevo a meter su lengua en mi culo. Un tercero se coloca a la altura de mi cabeza y me obliga a mamar su verga erecta. El hombre que chupa mi culo ha decidido meterme también su dura polla.

Comienzo a sentir como, poco a poco, su dura espada caliente se abre camino en mí. Me duele pero deseo aceptarla completamente. El dolor desaparece y solo queda el placer. Empiezo a acostumbrarme a esta sensación y al movimiento de los hombres entrando y saliendo de mi boca, vagina y culo. Los sexos que me penetran se mueven a la vez dentro de mí, se rozan a través de una débil membrana. El ritmo de la penetración se hace mas regular. Mas regular y a la vez mas profundo. Me siento llena de vergas y esto me provoca algo indescriptible. Voy a correrme. Chupo con más fuerza la verga que tengo en la boca, siento una locura dentro de mí, sensaciones jamás imaginadas. Jadeo, grito, gimo. No se como entregar más de mí al placer y a estos hombres que me hacen enloquecer. No puedo remediarlo. Me agito. Los hombres intensifican sus movimientos y yo ya no me doy cuenta de nada. Los espasmos de un intenso orgasmo me recorren y un grito, apagado por la polla que llena mi boca, se escapa. No tengo noción de lo que me pasa, sólo advierto que los hombres han acelerado febrilmente sus movimientos, sus pollas buscan violentamente lo mas profundo de mis entrañas hasta que ellos también se ven sacudidos por un orgasmo y descargan toda su leche en mi interior y en mi cara. Siento cada gota deslizarse por mi interior. Recojo con mi lengua la que ha quedado depositada sobre mi labio superior. Sé que he de tomarla, es lo que os gusta y he de complaceros.

Estoy cansada, muy cansada. Pienso si todo habrá terminado. Estoy equivocada. Me obligan a levantarme. Oigo unos cierres metálicos. Identifico su procedencia, corresponden al cepo. No me he equivocado. Me obligan a colocar mi cuello y mis muñecas en las muescas e inmediatamente, la parte superior se cierra sobre mí. La altura del cepo me obliga a mantenerme de pie y echada hacia delante. No sé que va a venir ahora. Alguien me quita las pinzas de los pezones. Me duele, me duele mucho. Mis ojos siguen tapados y no sé lo que ocurre. Parece que os dirigís de nuevo a la mesa de trabajo. Sí. Oigo vuestra conversación. Habéis vuelto a vuestra tarea y me habéis dejado aquí expuesta. La inactividad hace que me pueda centrar en mis pensamientos y en mis sensaciones. Me duele todo el cuerpo, los pezones me arden, la piel que ha recibido los latigazos me quema, mi culo ha sido dilatado por poderosas pollas y ahora sus músculos intentan relajarse. Estoy empapada en sudor y mi cuerpo ha sido llenado varias veces de caliente leche. Me siento sucia, me siento como un instrumento de usar y tirar, dedicado exclusivamente a conseguir que un hombre se corra sobre mí. Sé que eso es lo que quieres de mí y es lo que intento darte. Mis pensamientos van y vienen y pierdo la noción del tiempo. Una hora, dos, no lo sé, estoy muy cansada pero mis piernas se mantienen firmes.

Os levantáis de la mesa. Parece que la reunión ha terminado. Oigo como os felicitáis por el acuerdo alcanzado. Quieren despedirse de mí, de la puta dispuesta a lo que sea por complacerte (eso ha dicho uno de ellos). Una mano me coge con violencia por el pelo y una polla toma posesión de mi boca. Me folla con fuerza aferrándose a mi pelo. Me ahogo. Mi lengua no es capaz de seguir su ritmo. No es necesario, se corre directamente en mi garganta. Intento limpiarla con mi lengua pero no me da tiempo, otra polla ha tomado su lugar. Ésta es su despedida. Por turno van tomando posesión de mi boca follándomela frenéticamente. Por turno van dejando su leche en mi lengua, en mis mejillas, en mis labios. Unos dedos recogen todo el semen dispersado en mi cara y lo lleva a mis labios. Mi lengua lo recoge y lo tomo como un bebé toma un biberón cuando está hambriento. Siento una caricia en mi mejilla. Todo se vuelve silencio. Os habéis ido y me quedo sola. De nuevo la soledad, la oscuridad, el silencio. Vuelvo a perder el sentido del tiempo.

El silencio se corta con el silbido de la fusta. La mordedura del cuero me saca de mi ensimismamiento. Los latigazos se suceden. ¿Por qué? Mil ideas atraviesan mi confusa mente. No entiendo el castigo. ¿Por qué? Por fin lo entiendo. Porque eres mi Amo, porque te pertenezco, porque no has de justificarte conmigo, porque quieres mi entrega total.

El castigo cesa. Abres el cepo y la falta de apoyo, mis músculos entumecidos y el cansancio hace que me caiga al suelo. Te agachas y quitas la venda de mis ojos. La luz me ciega, pero veo tu rostro, me sonríe. Me tomas en tus brazos. Me besas.

¿Por qué? Porque me amas.

1 comentario:

  1. Gran relato. Enhorabuena. Sabes mantener la tensión sexual durante largo rato...una tentadora delicia.
    Gracias
    Jose

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